"Barco de mariposas" Vladimir Kush |
A veces el arte nos confunde. No porque no lo entendamos, sino porque creemos haberlo entendido demasiado rápido. Me pasó a mí mismo hace años con una pintura que, como tantas veces ocurre en internet, apareció sin autor ni contexto. Un barco navegando impulsado por alas de mariposa. Era elegante, luminoso, surrealista. Inmediatamente pensé: “Dalí”.
Y no era Dalí.
Era Vladimir Kush.
Cuando el ojo ve lo que espera
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“La persistencia de la memoria” de Salvador Dalí |
Durante años, la obra de Vladimir Kush ha circulado como si fuese del genio de Figueres. Y no es difícil entender por qué. Kush domina la técnica con una precisión casi académica. Su imaginario está lleno de metáforas visuales: barcos que flotan con alas de mariposa, lunas que se derriten sobre el mar, manzanas que albergan atardeceres. Todo parece un sueño pintado con luz.
Pero hay una diferencia esencial.
Dalí descendía al inconsciente. Kush navega por la metáfora
A lo largo de mi trayectoria artística he comprobado que hay artistas que descienden al abismo —al subconsciente, a lo crudo, a lo erótico o a lo religioso— como lo hizo Dalí. Y hay otros que suben a la superficie con la misma intensidad, pero en dirección contraria: hacia la fábula, lo simbólico, la evocación poética.
Kush, a mi parecer, pertenece al segundo grupo.
Mientras Dalí nos enfrentaba a la disolución del tiempo, el miedo, la muerte o la identidad, Vladimir Kush parece hablarnos desde un lugar más luminoso: una geografía imaginaria donde todo puede ser otra cosa, pero nada es agresivo. Hay transformación, sí. Hay metamorfosis. Pero no hay conflicto.
En mi obra suelo explorar precisamente ese punto de tensión entre lo reconocible y lo extraño. Me interesa cómo un rostro puede fundirse con un paisaje, o cómo lo vegetal puede tomar forma humana sin dejar de ser planta. Kush lo hace con mariposas y océanos. Y en ese sentido, lo siento cercano.
El estilo como herencia involuntaria
¿Se inspira Kush en Dalí? Tal vez sí. ¿Lo imita? En absoluto.
La confusión, creo, nace del espejismo visual que nos provoca encontrar ciertos rasgos comunes: el surrealismo, la precisión técnica, el gusto por lo imposible. Pero sería como decir que todo lo cubista es Picasso, o que todo lo tenebrista es Caravaggio.
Yo mismo he recibido comparaciones con otros artistas que admiro, y sé que no siempre vienen desde el análisis, sino desde la necesidad del espectador de ubicar lo que ve. De darle un nombre conocido a lo desconocido.
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Vladimir Kush. |
Admiro profundamente que Vladimir Kush haya fundado su propia red de galerías, y que haya defendido una etiqueta distinta para su obra: “realismo metafórico”. Con esa definición, se desmarca del automatismo surrealista y se acerca más al arte como lenguaje poético. Él mismo ha dicho:
“No intento ilustrar sueños. Intento visualizar pensamientos.”
Esa frase me resonó profundamente.
Porque al final, como artista, lo que buscamos no es imitar ni romper con nada, sino descubrir un lugar desde el que decir algo verdadero. En un mundo saturado de imágenes, tener una voz visual reconocible es un acto de integridad.
Una invitación a mirar mejor
Hoy, cuando veo una obra de Kush compartida erróneamente como si fuese de Dalí, ya no me molesta. Me provoca una sonrisa y una reflexión: qué poderosa debe ser una imagen para que creamos que solo pudo haberla creado un genio.
Pero también me recuerda lo frágil que es la autoría en tiempos de algoritmos. Y por eso me gusta escribir estos artículos, desde mi experiencia, con nombres propios. Porque el arte no es solo lo que se ve, sino también quién lo ve, quién lo hace y cómo lo firma.
Y yo firmo como Jordi Machí, con el deseo de que aprendamos a mirar no solo con los ojos, sino también con el respeto.
http://vladimirkush.com/
Jordi Machí
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