El arte y la incertidumbre económica


Ser artista es una vocación, una pasión, una forma de expresarse y de comunicar al mundo lo que se siente, lo que se piensa, lo que se sueña. Ser artista es también un reto, una aventura, una búsqueda constante de la creatividad, la originalidad, la belleza. Pero ser artista, en España y en muchos otros países, es también una condena, una lucha, una supervivencia. Ser artista es sinónimo de precariedad, de inestabilidad, de incertidumbre.

Los artistas son trabajadores autónomos que deben pagar cada mes una cuota fija a la Seguridad Social y un porcentaje de sus ingresos al IRPF. Estos impuestos son elevados y no se ajustan a la realidad del sector artístico, donde los ingresos son irregulares, estacionales y dependen de muchos factores externos. Los artistas no tienen un salario fijo ni garantizado, sino que dependen de las ventas de sus obras, de las exposiciones, de las subvenciones, de los premios, de los encargos. Muchas veces, estos ingresos no son suficientes para cubrir los gastos básicos de la vida y mucho menos para invertir en materiales, formación o promoción.

Los artistas tampoco tienen derechos laborales ni sociales como los trabajadores por cuenta ajena. No tienen vacaciones pagadas, ni baja por enfermedad o maternidad, ni derecho a paro o a jubilación. Los artistas están desprotegidos ante cualquier contingencia que les impida trabajar o les reduzca sus ingresos. Los artistas viven en una situación de vulnerabilidad y riesgo permanente.

Ante esta situación, muchos artistas optan por buscar soluciones alternativas o ilegales para poder seguir ejerciendo su profesión. Algunos trabajan en negro, sin facturar ni declarar sus ingresos, lo que les expone a multas y sanciones. Otros se dan de alta solo cuando tienen algún trabajo puntual o cuando les conviene fiscalmente, lo que les impide cotizar lo suficiente para acceder a prestaciones o pensiones. Otros combinan el arte con otros trabajos más estables pero menos satisfactorios o acordes con su vocación. Otros abandonan el arte por completo y se dedican a otra cosa.

Estas soluciones no son ideales ni justas para los artistas ni para la sociedad. Los artistas merecen un reconocimiento social y económico por su labor cultural, creativa y educativa. Los artistas contribuyen al desarrollo humano, al enriquecimiento colectivo, a la diversidad y al diálogo. Los artistas son necesarios para una sociedad más libre, más crítica y más feliz.

Por eso, es urgente y necesario cambiar el sistema fiscal y laboral que rige el sector artístico y adaptarlo a sus características y necesidades específicas. Es imprescindible crear un régimen especial para los artistas que contemple unas cuotas e impuestos más bajos y proporcionales a sus ingresos reales, así como unos derechos laborales y sociales acordes con su actividad profesional. Es fundamental apoyar al sector artístico con más recursos públicos, más ayudas directas e indirectas, más incentivos fiscales y más facilidades administrativas. Es vital fomentar el consumo cultural, la educación artística y la valoración social del arte.

Solo así se podrá romper el binomio entre arte y incertidumbre y se podrá garantizar el futuro de los artistas y del arte en nuestro país. Solo así se podrá hacer del arte una profesión digna y sostenible. Solo así se podrá hacer del arte una forma de vida. by Jordi Machí

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