Musas, musos y muses


By Jordi Machí


Musas y musos en la pintura, esas personas que inspiraron a los grandes maestros y maestras de la pintura con su belleza, su personalidad, su talento o su amor. ¿Qué sería del arte sin las musas y los musos? Probablemente, mucho más aburrido y menos emocionante. Por eso, voy a contaros algunas historias bellas y reales de algunos artistas con sus musos o musas, y cómo influyeron en su pintura. 


Empecemos por una de las musas más famosas de la historia del arte: la Mona Lisa. ¿Quién era esa mujer que nos mira con una sonrisa enigmática desde el cuadro de Leonardo da Vinci? Pues se trata de Lisa Gherardini, la esposa de un rico comerciante florentino llamado Francesco del Giocondo. Leonardo la retrató entre 1503 y 1519, y se dice que para hacerla sonreír le contaba chistes. No sé si serían muy buenos, porque la verdad es que su sonrisa no parece muy sincera. Quizás estaba pensando en lo que le iba a cobrar Leonardo por el retrato, o en lo que iba a hacer después con su marido. Lo que sí sabemos es que el cuadro nunca se lo entregó al cliente, sino que se lo quedó para él mismo. ¿Sería porque estaba enamorado de Lisa? ¿Pero no era gay?¿O porque era un perfeccionista que nunca estaba satisfecho con su obra? Sea como sea, el caso es que la Mona Lisa se convirtió en una de las obras más famosas y admiradas del mundo, y en una fuente de inspiración para muchos otros artistas.


Otra musa muy conocida es la Venus de Botticelli, la diosa del amor y la belleza que aparece desnuda sobre una concha en el cuadro El nacimiento de Venus. Su rostro corresponde al de Simonetta Vespucci, una joven noble que fue considerada la mujer más bella de Florencia en el siglo XV. Simonetta se casó con Marco Vespucci, primo del famoso navegante Américo Vespucio, y pronto llamó la atención de los artistas y los aristócratas de la ciudad, entre ellos Sandro Botticelli. El pintor quedó prendado de su belleza y la retrató en varias ocasiones, tanto vestida como desnuda. Simonetta murió joven, a los 23 años, de tuberculosis, pero su imagen quedó inmortalizada en las obras de Botticelli. Se dice que el pintor pidió ser enterrado a los pies de su tumba cuando muriera, lo que demuestra el gran amor que le profesaba.


Pasemos ahora a una musa muy diferente: Gala. Gala fue la esposa y compañera inseparable de Salvador Dalí, el genio del surrealismo. Gala nació en Rusia en una familia de intelectuales y se casó con el poeta Paul Éluard, con quien formó parte del círculo vanguardista de París. Allí conoció a Dalí, que quedó fascinado por su personalidad fuerte y dominante. Gala se convirtió en su musa, su manager, su protectora y su cómplice. Juntos crearon una simbiosis artística y sentimental que duró toda la vida. Dalí pintó a Gala en numerosas ocasiones, a veces como una diosa, a veces como una mujer real, a veces como un objeto erótico o simbólico. Gala era mucho más que una modelo para Dalí: era su razón de ser. Por eso le dedicó todas sus obras con la frase “Es todo para ti Gala”. Y por eso también le perdonó sus infidelidades con otros hombres y mujeres. Bueno, eso y porque él también tenía lo suyo con otros.


Y para terminar este artículo, quiero hablaros de un caso muy especial: el de Frida Kahlo y Diego Rivera. Ellos fueron dos grandes artistas mexicanos que se enamoraron y se casaron dos veces. Sí, dos veces, porque su relación fue tan intensa como tormentosa. Frida y Diego se admiraban mutuamente, pero también se traicionaban y se hacían sufrir. Frida sufrió varios problemas de salud que la dejaron estéril y con dolores crónicos. Diego le fue infiel con varias mujeres, incluso con la hermana de Frida. Frida también tuvo sus aventuras, tanto con hombres como con mujeres. Pero a pesar de todo, se quisieron hasta el final. Frida y Diego se pintaron el uno al otro, y también se pintaron a sí mismos. Sus obras reflejan su amor, su dolor, su pasión y su rebeldía. Son un testimonio de dos almas gemelas que se encontraron y se perdieron en el arte.


Estas son solo algunas de las historias de las musas y los musos en la pintura, pero hay muchas más. Cada artista tiene su propia musa o muso, o varias, o ninguno. Lo importante es que el arte nos inspire, nos emocione, nos haga pensar y nos haga sentir. 

 Porque el arte es vida, y la vida es arte. 








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