Desde hace años, me resulta imposible separar mi universo pictórico de las palabras. No porque me considere escritor —aunque alguna vez lo he intentado—, sino porque la literatura ha sido siempre una fuente inagotable de imágenes, atmósferas y silencios que luego se transforman en pintura.
La palabra como detonante visual
Hay libros que no solo se leen, se habitan. Páginas que se adhieren al alma con una fuerza sutil y demoledora. A menudo, una frase, un diálogo o incluso una pausa en la narración me sugiere una escena, un rostro, una tensión emocional. Recuerdo, por ejemplo, haber leído Los hermanos Karamázov y sentir la necesidad urgente de pintar la culpa. ¿Cómo se representa un sentimiento así? ¿Qué color tiene la duda moral?
Esos desafíos son los que más me mueven como creador. La literatura no ofrece respuestas: lanza preguntas. Y eso es precisamente lo que necesito para empezar un cuadro.
Narrativas sin palabras
Siempre me ha fascinado cómo ciertos escritores construyen atmósferas. Kafka y su claustrofobia, Virginia Woolf y su paisaje interior, Borges y su tiempo fragmentado... En mi pintura intento hacer lo mismo, pero sin palabras. Quiero que quien se acerque a un cuadro mío tenga la misma experiencia que al leer un buen libro: que no entienda todo, pero no pueda dejar de mirar.
Nunca me ha interesado ilustrar textos. No pinto para contar una historia literal, sino para traducir emociones o símbolos que nacen en el lenguaje y que encuentran su eco en la imagen.
Autores que me acompañan en el estudio
En el estudio siempre hay libros abiertos. Algunos están tan desgastados como una paleta antigua. Vuelvo a las voces que me inquietan: Marguerite Duras, Cortázar, Pessoa, Rilke... No los leo buscando inspiración directa, sino para dejarme contaminar por su ritmo, por sus vacíos, por sus mundos. La pintura, en cierto modo, es también una forma de escribir. Solo cambia el alfabeto.
Conclusión: crear desde la fusión
Para mí, Jordi Machí, pintar es una manera de leer. De leer al mundo, a los otros, a uno mismo. La literatura está presente en mis obras aunque no se vea. Está en la estructura emocional, en la atmósfera, en los silencios.Con los años, he aprendido que el arte no vive en compartimentos estancos. Todo se contamina: la pintura, la música, la escritura… Si hay sensibilidad, todo se comunica. Al menos así lo siento yo, desde mi experiencia como artista plástico, donde cada trazo que doy está atravesado por palabras que nunca escribí, pero que de alguna forma siempre estuvieron ahí.
Jordi Machí
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